El dulce sabor de tus besos by Ana F. Malory

El dulce sabor de tus besos by Ana F. Malory

autor:Ana F. Malory [Malory, Ana F.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-11-03T00:00:00+00:00


* * *

Las chiquillas estaban concentradas en la costura y Christine, de tanto en tanto, apartaba la vista de su labor para verlas trabajar. Fue en una de esas ocasiones cuando descubrió a una de las mayores mirando, arrebolada, hacia el lugar en el que los chicos se encontraban.

—¿Hay algo en aquel lado que te interese, Mery Anne? —la interrogó, bastante divertida, pues daba por hecho que el responsable de su distracción era alguno de los muchachos.

—Está enamorada de lord Herenford —soltó Penny antes de volver a hincar la aguja en la tela.

—¡¿Enamorada de…?! —exclamó incrédula sin llegar a terminar la frase.

Mery Anne, aunque con las mejillas algo encendidas, no lo negó. Todo lo contrario, sonrió embelesada, confirmando así las palabras de su compañera.

—¡Es tan guapo! —suspiró la niña sin dejar de contemplar a Viktor.

—Vaya —logró decir la hija del conde tras superar el primer instante de conmoción.

Ella, aunque con disimulo, también miró al hombre que, en mangas de camisa, daba instrucciones a uno de los críos.

—¿A usted no se lo parece? —le preguntó la niña.

Tomada una vez más por sorpresa, parpadeó, posó los ojos sobre Mery Anne y después de nuevo sobre el barón. ¿Qué podía responder?

En ningún momento se había planteado semejante cuestión, pensó. Cierto que había llegado a admitir, para sí, que le agradaba su carácter desenfadado, también su inquebrantable y contagioso buen humor, pero sobre su físico… Recordó su primer y desafortunado encuentro, en el que en absoluto le había parecido guapo; ni siquiera interesante, más bien todo lo contrario.

Sin embargo, en ese momento, si bien no era el hombre más apuesto que hubiera conocido, tampoco le desagradaba, reconoció. No, no era guapo como Mery Anne aseguraba, pero no podía negar que poseía cierto atractivo, decidía en el mismo instante en el que Viktor alzaba la vista y sus ojos se encontraban.

A pesar de la distancia que los separaba, Christine notó su mirada como algo físico, casi como un golpe; de nuevo, volvió a sentir el hormigueo en la boca del estómago. Dedujo que era una reacción lógica, pues la había sorprendido observándolo. Aun así, le sostuvo la mirada. Al menos hasta que Viktor sonrió.

Entonces, el tímido cosquilleo inicial se convirtió en un espasmo, casi doloroso, y continuar enganchada de sus ojos le resultó imposible. Los suyos parecían arder. Se obligó a devolverle el gesto y después, aparentando normalidad, retomó su labor. Lo intentó al menos, pues hasta las manos le temblaban. Quiso creer que se debía a la naturaleza de sus propios pensamientos. Que la hubiera sorprendido contemplándolo mientras decidía si le parecía o no apuesto la había puesto nerviosa. «Como si él hubiera podido adivinar lo que pasa en mi mente», se recriminó, tachando de absurda e inexplicable su reacción.

Por suerte, las niñas habían vuelto a centrarse en la costura, dejando de lado el atractivo del barón, lo que le evitó tener que ofrecer una respuesta. De todas formas, y muy a su pesar, continuó pensando en ello.

Quiso creer que el cambio de parecer se debía, en gran medida, a la arrolladora personalidad de lord Herenford.



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